viernes, 4 de marzo de 2011

¿Apariencia o Realidad?

Quisiera compartir hoy esta reflexion  que hace unos años me llego por correspondencia (de Miami), en respuesta a mi primer carta enviada a un programa de radio.

¿Apariencia o Realidad?
Por: Domingo Fernández


EL DICCIONARIO define la palabra APARIENCIA diciendo que es el aspecto exterior de una persona o cosa. Algo que parece y no es. De donde se origina la frase: "no te dejes engañar por las apariencias". Y en cuanto a la palabra REALIDAD, el Diccionario la define como existencia efectiva, cosa real, verídica.


Todo aquel que haya viajado al medio día por una carretera en el tiempo caluroso habrá notado que en la lejanía, el pavimento presenta la apariencia de un lago hirviente.
¿Quién no ha leído de los espejismos del desierto?

En nuestro diario vivir nos encontramos con personas y cosas que parecen lo que no son. En años recientes leímos de un bandido que solía disfrazarse de potentado negociante para engañar a quienes se proponía estafar. Y hay millonarios que tienen apariencia de pordioseros.

En la esfera religiosa también nos encontramos con realidades y apariencias, con persona que parecen ser lo que no son. Hay lobos que se disfrazan de ovejas. Y diablos que se presentan como ángeles de luz. Jesús dijo que son muchos los llamados y pocos los escogidos. Son muchos son los que profesan ser cristianos y pocos los que son cristianos de verdad. Hemos vistos y oídos a centenares de personas que dicen que se arrepienten de sus pecados y que se deciden a seguir a Cristo aceptándole como salvador de sus almas y Señor de sus vidas; pero no han pasado de eso. Todo ha quedado reducido a una simple profesión de labios y no ha conducido a lo que debiera: un cambio de corazón y vida.

Conocimos a personas que un día hicieron profesión de fe en Cristo, bautizaron y se convirtieron en miembros de la iglesia. Y hoy les vemos lejos de la iglesia y de Dios. Personas que un día tuvieron costumbre de leer la Biblia y orar diariamente, y hoy no hacen ni lo uno ni lo otro. A lo largo de nuestra vida cristiana nos hemos encontrado con jóvenes que eran elocuentes predicadores del evangelio, pero ya no lo son. Hoy se encuentra en la esfera mundanal al servicio de Satán.

Sabemos hacer diferencia entre una moneda falsa y una verdadera, entre el oro sólido y oropel, entre la plata y los mentales plateados, entre las genuinas piedras preciosas y las que son simple imitación o fantasía. Pero, a veces bastante perplejos para distinguir entre un cristiano profesante o nominal y en lo que es por nuevo nacimiento. Actualmente hay mucha religiosidad, pero poca realidad. La religión es nominal, ritualista, superficial, vacía, sin raíz y sin frutos. Y cuando la mayoría carece de una experiencia real de conversión se puede pensar que lo normal es una simple profesión de fe carente de toda realidad y vitalidad; Una profesión sin frutos. Y a los que no se ajusta a este patrón se les califica de excéntricos, apasionados y fanáticos.

La realidad siempre ha sido poco común. Jesús califico a sus seguidores de manada pequeña; pequeña en comparación con los que no siguen fielmente al Señor. Y a causa de que la mayoría tiene apariencia de piedad, pero la vida real niega la eficacia de la piedad que aparenta, resulta que los que en verdad quieren vivir sobria, justa y piadosamente tienen que soportar la incomprensión, las criticas y la oposición de la mayoría, de los que son cristianos de nombre pero no de corazón.

Jesús expone, en varias de sus parábolas, la tesis que venimos desarrollando. La parábola del sembrador nos enseña que la mayoría que oyen la palabra de Dios y hacen profesión de fe, no perseveran, no llegan a producir frutos, ni entran por las puerta de los reino de los cielos. La parábola del trigo y la cizaña nos enseña que los cristianos convertidos y los “cristianos” inconversos –cristianos de nombre- están junto en el mismo mundo hasta en la misma iglesia. En sus pasos iníciales se parece tanto que resulta difícil distinguirlos; pero cuando surgen los frutos, la diferencia se hace manifiesta. Las parábolas de las bodas, las de las diez vírgenes, y la de los talentos se refieren al mismo asunto: personas que sinceramente se creen cristianas pero que le falta la unción del Espíritu Santo, el vestidos de la regeneración, y los frutos del alma convertida que sirve al Señor con sinceridad, amor y eficacia?

No podemos engañar al Señor poniéndonos una etiqueta de cristianos y con una profesión de labios. El que se ser cristiano sin haber experimentado una conversión real se está engañando a sí mismo. Una cosa es la apariencia y otra la realidad. Los fariseos del tiempo de Cristo eran muy religiosos. Desde el punto de vista doctrinal, su religión era la mejor de aquellos tiempos. El mismo Señor lo reconoce así cuando dice: “Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos. Así que todo lo que os digan que guardéis guardadlo; pero no hagáis conforme a sus obras” porque ellos enseñan la ley de Moisés, pero no viven conformen a lo que enseñan.

Desde el punto de vista de la moralidad y la honestidad, los fariseos eran muy superiores a los publicanos y las rameras. Pero, a pesar de tal superioridad, Jesús les dijo: “Las rameras y los publicanos van delante de vosotros al reino de Dios”. Van al reino de Dios porque han reconocido su necesidad de salvador, se han arrepentido de sus y han reconocido a Jesús de Nazaret como salvador que ellos necesitan.

El divino Maestro se mostró profundamente incisivo con los que profesaban ser el pueblo de Dios, pero no vivían como deben vivir los verdaderos hijos de Dios. Podemos aprendemos de memoria los mandamientos de la ley de Dios; pero si no aplicamos a nuestro diario vivir el sentido real y espiritual de esos mandamientos no agradamos a Dios. La palabra de Dios debe llegamos al corazón y producir en nosotros un cambio que afecte a nuestros pensamientos, sentimientos y conducta. Debemos llegar a amar lo que Dios ama y aborrecer lo que Dios aborrece. Toda adoración y alabanza que no brote de un corazón limpio y regenerado no es del agrado de Dios. El cielo es un lugar preparado para los que estamos moral y espiritualmente preparados para sentirnos felices en la presencia del Dios que abomina toda especie de mal, y que ama la santidad y la justicia.

Podemos profesar elevados principios religiosos y, sin embargo, seguir una línea de conducta muy reprobable. Dios quiere que creamos en la verdad, que la verdad se haga experiencia viva en nosotros, y que vivamos conforme a la verdad. Dios no mira la apariencia sino la realidad. Desde el punto de vista de la letra y del rito, los fariseos parecían ser la gente más santa y piadosa del mundo. Sin embargo Jesús les dijo: “¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?”

Si supieras, estimado lector, la importancia que para ti encierra el tema que estamos considerando de seguro que no te limitarías a leer sino que te aplicarías a ti mismo lo que estás leyendo, y no descansarías hasta determinar por ti mismo si eres cristiano real o ficticio, externo o interno, de la cabeza o del corazón.

Hay un arrepentimiento que no es real, que no conduce a un cambio de pensamientos y sentimientos. El rey Saúl se arrepentía de perseguir e intentar dar muerte a David; pero a los pocos días volvía a las mismas. El verdadero arrepentimiento conduce a un cambio de sentimientos, a una transformación del corazón, a un cambio de vida.

Hay una fe ficticia, superficial; fe del intelecto. La Sagrada Escritura nos dice que Simón el mago creyó al evangelio y fue bautizado. Pero la fe de Simón no le condujo a la unión espiritual con Cristo, fuente de vida. Simón el mago creyó con la mente pero no con el corazón. Su fe no llegó a echar raíces ni a producir fruto. La fe que no conduce a tina vida de obediencia y servicio al Señor, no es real. Santiago nos dice que los demonios creen en la existencia de Dios, y tiemblan ante tal realidad; pero no obedecen a Dios. Y hay muchos llamados cristianos que creen a la manera de los demonios, creen en la existencia de Dios pero no hacen lo que Dios manda, no obedecen al Creador.

Hay una adoración que no agrada a Dios; Jesucristo nos enseña esto cuando dice: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí”. Para que la adoración y alabanza sea del agrado de Dios tiene que ser sincera y sentida; brotar de un corazón que ama a Dios sobre todas las cosas, y estar respaldada por una conducta piadosa y justa.

Hay personas que se bautizan y se casan en la iglesia. Asisten cada domingo, dan su ofrenda, escuchan un sermón, y participan de la Cena del Señor. Pero no pasan de ahí. Las grandes doctrinas de la Biblia no tienen cabida en sus corazones. La religión de esas personas es de metal barato. No es el cristianismo de Pablo, Pedro, Juan y Santiago.

Un hombre de profundo discernimiento espiritual que ya está en la presencia del Señor, escribió el siguiente párrafo: “Os encontraréis frecuentemente con personas que manifiestan gran celo por el evangelio; que creen ser más cristianos que todos los demás cristianos. Personas que tienen un olfato supersensible para oler cualquier herejía, y ojo de águila para descubrir pajas en la conducta ajena. Estas personas suelen correr tras los predicadores populares y aplaudir al último que llega. Conocen la fraseología del evangelio y discuten acaloradamente acerca de las doctrinas de la fe cristiana. Y en los cultos o reuniones de la iglesia, ¡qué santidad parecen revelar sus rostros! Con todo, esas personas en privado hacen cosas que incluso los paganos se avergonzarían de hacerlas. No van con la verdad ni proceden con nobleza; no son justos ni honestos; tienen un carácter intolerable; no son amables, ni humildes, ni compasivos, ni misericordiosos. Tales personas suelen inflingir terrible daño al evangelio que dicen defender.”

¿Cómo podemos saber si una profesión de fe es real o no? Las preguntas que a continuación te formulamos podrán ayudarte a formular un diagnóstico que pueda resultar inquietante o tranquilizador. ¿Has sentido aluna vez el peso de tus culpas delante de Dios? Si no te has visto como un pecador destituido de la gloria de Dios, bajo juicio de condenación y digno de ser excluido para siempre del reino de Dios, entonces es posible que tu conciencia no se haya despertado a la realidad de tu estado pecaminoso. Y, en este caso, no habrás experimentado la conversión. Pero si un día has sentido el peso de tus culpas y te has arrepentido de ellas, contéstanos entonces esta pregunta: ¿Te sientes perdonado o perdonada y sin temor al juicio de condenación? Si puedes contestar afirmativamente, sigue adelante. Pero si te embarga el temor, detente y escudriña. Los que tenemos conciencia de que Jesús cargó con nuestras culpas y que nos ha perdonado todos los pecados, no tenemos temor a ser condenados.

Y pasamos a otro aspecto: ¿Que lugar ocupa la fe en tu alma? ¿Crees con la cabeza o también con el corazón? ¿Tienes una fe viva y real que nadie ni nada te podrá arrancar? La fe que dices tener ¿Te ha conducido a un cambio de conducta, un cambio de vida? ¿Ha significado algo real esa fe? ¿Te ayuda positivamente en la vida diaria? ¿Produce obras dignas de la aprobación de Dios? La verdadera fe se origina en el alma como fruto de la gracia de Dios, y tiene a Cristo por objeto y meta. ¿Estás seguro o segura de que te espera la vida eterna en el reino de Dios? Si con toda sinceridad y veracidad puedes responder afirmativamente, sigue adelante.

Y nosotros también seguimos adelante con nuestras preguntas escudriñadoras ¿Qué lugar ocupa Jesucristo en tu vida? Si hay alguien o algo en el mundo a quien ames más que a El, tu profesión o cristianismo puede que sea superficial. El Salvador debe ocupar el primer lugar en el corazón de todo el que haya experimentado una conversión verdadera. El cristiano nacido de nuevo ama a sus padres y hermanos, a su esposo o esposa; pero su amor al Salvador está por encima de todo otro amor. Si amas a Cristo sobre todas las cosas, reconociéndole como el Salvador de tu alma y Señor de tu vida, sigue adelante.

Y, por último; ¿vas a la iglesia por una necesidad del alma o por una obligación que, en el fondo, te resulta una carga desagradable? Si un día de estos te anunciaran que la congregación se va a disolver y que el templo se va a cerrar definitivamente, ¿qué significaría para ti tal anuncio? Si eres convertido o convertida no te podrás resignar a vivir sin iglesia pero si no tienes un corazón regenerado por el Espíritu Santo la noticia del cierre del templo te alegrará porque te dejará en plena libertad de irte a la playa, al juego, o a cualquier lugar de carácter mundano.

Este mensaje lleva por título: ¿Apariencia o Realidad? aplicarlo a tu propia vida ¿qué es lo que encontramos, Realidad o Apariencia? Que Dios te ayude a discernir lo que acabas de leer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario